Una agónica batalla
- Daniel Soufi
- 15 mar 2016
- 2 Min. de lectura
Nadie la recordará como una joya cinematográfica, es cierto, pero eso no imposibilita que podamos analizar ciertos conceptos e ideas de gran interés que se plantean.
Toda la película gira en torno a uno de los grandes instrumentos del periodismo que es la entrevista. Podemos efectuar una división en tres partes: la preparación de la entrevista, la entrevista, y las consecuencias de la entrevista.
En la primera sección, somos testigos además de las dificultades que persiguen a Frost para lograr la entrevista, del riguroso proceso de su elaboración, donde se definen las preguntas, estrategias y senderos que deben guiar al entrevistador, y paralelamente el tono y las diversas tretas y argucias que seguirá el entrevistado. Para el que hace las preguntas quizá la tarea de mayor peso y determinación sea la de documentarse acerca de todos los hechos y factores que conciernen a su contrincante. En la película éste último resulta decisivo, ya que es la información, obtenida tras largas noches en vela documentándose y estudiando el pasado de Nixon, lo que desequilibro sorprendentemente la balanza hacia el lado, hasta ese momento más débil.
La entrevista, narrada certeramente como un paralelismo con un combate de boxeo, es fácilmente sintetizado en unas pocas frases: Nixon, esquivó con suma destreza los tímido golpes de su oponente durante tres asaltos, y finalmente, contra todo pronostico, sucumbió al único pero vital golpe que consiguió propinarle su oponente. Tan solo tocó la lona unos segundos, que sin embargo, resultaron trascendentales y le convirtieron ante los ojos de toda la nación en un simple mortal. Lo más sobresaliente de éste segundo episodio fue sin duda observar las estrategias de cada uno. Mientras que Frost intentaba fallidamente desconcertarle, el ex-presidente tenía claro, que debía sumergirse en interminables anécdotas. También salta a la vista, que la perspicacia y astucia de los protagonistas son en realidad fundamentales para llevar a cabo los planes iniciales.
Ambos han preparado minuciosamente cada posible pregunta o respuesta de su adversario, si alguno de los dos halla la forma de descolora a su rival tendrá, tal y como demuestra el film, gran parte del trabajo hecho.
Resulta curioso que aunque Nixon dominase tres cuartas partes de la entrevista, saliese tan gravemente perjudicado. Un solo gesto, una frase, o la actitud que demuestre tras una incómoda pregunta, cambie por completo la imagen y percepción de alguien ante el gran público. Nombrar un ganador o perdedor objetivamente resulta imposible, es la percepción que obtienen los espectadores lo único que cuenta.
Por último querría señalar el significativo éxito que en nuestro país tienen los programas de entrevistas. Algunos de ellos efectuan un magnífico trabajo, y los entrevistadores se muestran realmente contundentes e incisivos con los entrevistados, pero en otros muchos el concepto de entrevista se oscurece por completo. Unos buscan la lágrima fácil, a través de un forzado sentimentalismo, otros solo realizan preguntas sencillas y del gusto del entrevistado, y otros sencillamente plantean el proceso como un juego, que nunca pasa de la intrascendente superficie. Frost contra Nixon es y y nos recuerda el periodismo de verdad.
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